martes, 9 de septiembre de 2025

Sola

 Hace un tiempo, me dijiste golpeándote el pecho, que me las arregle solita.
"No cuentes conmigo para nada". Así. De forma literal. 
Te juro que nunca vi a nadie tan inquebrantable en su promesa. Las cosas pasaban, la vida me dejó varios moretones, y vos firme al pié del cañón de tus palabras. 
Me pasó de todo. El agua al cuello. La soga en la garganta. 
Y sin embargo, a vos no se te movía una coma. 
Una altura que hasta me daba envidia. 
Quieto. Inmutable. Seguro. Frío. Un témpano de hielo. Una mierda.
Yo, un poco ingenua, seguí insistiendo hasta hace pocos días. No es que te necesitara a vos. Creeme lo que te digo. Solamente necesitaba comprobar que esa porquería que te había tomado todo el cuerpo como una metástasis inesperada se había reciclado en otra cosa. Qué sé yo. No lo sé. Pero supongo que la falta de empatía tiene un límite y yo quería verle la cara al tuyo. 
Siento que debería estar sanando y no lo estoy haciendo. Me estoy comiendo la lengua para no llamarte y pedirte que me expliques si a vos también te duele el mundo como a mí. Aunque seguro que no. Seguiste la vida impunemente.
Y acá estoy, escribiéndote sin que lo sepas como siempre.
Tal vez esta sea mi forma de aliviar lo que pesa, de arrancarme de encima lo que nunca vas a cargar conmigo.
Porque si vos fuiste un témpano, yo aprendí a arder.
Y aunque todavía me queme, prefiero mil veces el fuego a esa quietud tuya que nunca abrazó nada.

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