Entonces llovía, y entonces el mundo había perdido total y completamente el sentido.
Si a él no le importaba, por qué iba a importarme a mi?
Hoy no hay poética, ni retórica, ni frases bien diseñadas para romantizar el dolor. No hay romanticismo en el dolor, es dolor, y ya.
Quiero que este dolor se vaya, le di la llave a quien podía aliviarlo y la tiró a la basura como quien tira un pedazo de manzana que no se terminó de comer. No importa, es residuo, es desperdicio, ya no sirve.
Yo termino la vida en oposición a como me la dieron, en total y completo consentimiento. Siempre tildé de cobardes a quienes se atrevían, pero amigo, los huevos que hacen falta. Y yo tengo muchísimo miedo.
Mas miedo me da, seguir la vida, sin mi amor en ella y sin el sentido de mi existencia.
Siempre dije que quien decide ponerle punto final no avisa, toma la determinación y listo. Pero hoy, en esta disyuntiva, entiendo el por qué de la previa. Estamos esperando que alguien venga a salvarnos, a decirnos que nuestra vida vale de algo.
Yo por mi parte, y como mencioné, la llave de mi vida la entregué y la tiraron al mar. Por tanto y por consecuencia, el final es inevitable.
"Estos violentos deleites tienen fines violentos y en su triunfo mueren, como el fuego y la pólvora que, al besarse, consumen".
El último que salga, que apague la luz.