Yo y mi super yo.

¿Aquello que veo en el espejo, realmente soy yo?

Esa chica en frente de mí parece una intrusa,

me mira friamente, con maldad en sus ojos,

es la oscuridad en persona.

No, esa no soy yo, es mi otro yo,

que viene de entre mis sueños

o mis pesadillas, a contarme cosas que van a pasar,

desastres que ella va a protagonizar;

pero es mi propia sombra, coexistimos en el mismo cuerpo,

es mi falso reflejo.

Quizás ella sea una de las muchas partes de mí.

Yo dejo mostrar alguna de mis faces alternativas

de vez en cuando.

Soy la pelotita en la ruleta, que da pequeños saltos esquivando los

números a los que todos habían apostado.

Soy el dado que amagó caer en el

dígito correcto pero dio una vuelta más

y arruinó tus planes de victoria.

O mejor dicho, ella es.

Ella, que en realidad soy yo, yo le temo y ella me teme a mí.

Nos desafiamos, ninguna de las dos quiere compartir el

mismo cuerpo, una debe irse, ¿pero cuál?

ella viene a arrebatar mi vida, que es suya también.

¿Entonces yo no tengo derecho a

compartir mi vida conmigo misma?

¿O le privo a mi otro yo la posibilidad de sentirse viva?

Nos necesitamos, no es necesario aclarar que

somos agua y aceite, frío y calor, blanco y negro..

Pero al igual que el ying y el yang

ninguna podría completarse sin su opuesto.

Juntas alcanzamos el equilibrio

aunque nos odiemos a muerte.