Ella caminaba distraída por las calles del centro de una gran
ciudad, los pájaros, las bocinas, la gente que continuamente hablaba,
nada de eso importaba ya que lo importante no estaba allí sino en su
cabeza.
Envuelta en sus pensamientos siente la brisa del
viento, en su cuello colgaba una cadenita con un dije en forma de llave.
Un paso, dos, tres. Siempre hacia adelante.
Cuando de repente
lo sabe, comienza a sentir como sus músculos se contraen, la
respiración se le entrecorta y un cosquilleo en la parte inferior de la
cabeza.
Rápidamente quiso recordar si había tomado su medicación. Pero ya no pudo hacer mas que dejarse caer.
Cuando los ataques de epilepsia venían, no había mas que esperar a que pasaran.
Mientras
caía al suelo él la sostuvo. Como un ángel que venia a salvarla. Y en
el mismo instante en que el toco su cuerpo el ataque cesó.
Mientras
la contenía en sus brazos la observaba. Detenidamente examinaba cada
facción de su cuerpo, y como la respiración lentamente se apaciguaba.
Cuando
ella pudo recobrar el control sobre su cuerpo cruza una mirada con él, y
entonces el destino le juega una mala pasada… no sabe muy bien porqué
ni tampoco como… pero se enamora de su salvador o al menos cree hacerlo.
Él le cuenta que se llama Nicolas, al mismo tiempo que ella le agradece lo que había hecho pero no le dice su nombre.
Comienzan
a caminar y él a su lado mientras andaban se coloca las manos en los
bolsillos. Aunque ella deseaba que la tomara de su mano no dice nada.
Se
limitan a charlar de trivialidades, hasta que poco a poco ella comienza
a soltarse, no puede evitar esa sensación irrefrenable de querer
contarle sobre su vida. Entre cruce y cruce de miradas, se le escapaba
una sonrisa.
Él le cuenta historias, historias sobre angeles y
demonios, sobre flores que en la sombra son cuchillos, aprende algo
nuevo a cada paso.
Entre charla y charla vislumbraba de reojo cosas extrañas, sombras de gente a quien no le prestaba atención.
Su
mano comienza a temblar nuevamente y al observarla un rastro de sangre
se extendia por ella, pero en la fracción de un pestaneo ya no estaba
alli.
Quizas una alucinación. Su cuerpo ya la estaba abandonando.
Ella no sabía cuanto tiempo llevaban caminando, tampoco le importaba, pero en el horizonte se perdía el último rayo de sol.
Ya no se sentía vacía. -Vamos?- él le preguntó. -Si- le dijo muy segura.Y tomo la mano que el le tendia.
Y así como se esfumaba el rayo de sol, se esfumaba su vida, acompañando a su ángel de la muerte, hacia la oscuridad.
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