Tengo la certeza de que a veces me querés un montón y a veces no me querés un carajo. La certeza, dije. No me cabe ni la menor duda.
Vas y venís. Entras y salis. Rompes y te vas. ¿Que puedo decirte al respecto si lo que vale es la intención? Y nadie puede tener la intención de querer un día y no querer al otro. Me tengo que aguantar. Cerrar el pico y esperar que me toque la sortija en esta calesita de mierda, dónde el día que la agarro se me acumulan un millón de mariposas en el estómago.
Ese día me olvido del que me toca mañana y es tanto lo que me querés, que apuesto la vida a que está vez tengo todas las vueltas de regalo. Me olvido. Te juro. Hasta mañana a la mañana, que por arte de magia, todo lo que me diste hoy se va a hacer humo mientras dormís. Nada pasó en el medio. Nada. Te dormiste y te levantaste sin quererme como ayer.
Ya conozco tus procesos. Basta que te duermas para que se te apague la vela de una manera inexplicable. Pero con el tiempo aprendí a no buscar explicaciones ni a quejarme de nada. Ninguna de las dos opciones modifica está bipolaridad de la que soy cómplice y esclava.
Nadie tiene la culpa de que no puedas quererme todos los dias. Nadie. A veces quisiera que no te durmieras nunca. Se que suena ridículo. Pero si no te durmieras juraría que las cosas serían distintas y entonces, tal vez, podrías quererme todos los días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario